Resumen de la comunicación presentada en el XII Congreso de Fitoterapia Ciudad de Oviedo: 22 a 24 de octubre de 2020
Teresa Ortega a, Nuria Acero b, Encarna Castillo c, María Eugenia González-Rosende c, Dolores Muñoz-Mingarro d, Gemma León e, Pilar Soriano f, Victoria Villagrasa c, Isabel Martínez-Solís c, e, f
a Departamento de Farmacología y Botánica. Universidad Complutense de Madrid. b Departamento de CC Farmacéuticas y de la Salud, Facultad de Farmacia. Universidad San Pablo-CEU, Madrid. c Departamento de Farmacia, Facultad de CC de la Salud. Universidad Cardenal Herrera-CEU, Alfara del Patriarca, Valencia. d Departamento de Química y Bioquímica, Facultad de Farmacia. Universidad San Pablo-CEU, Madrid. e Jardí Botànic-ICBiBE, Universitat de València. f Instituto de CC Biomédicas. Universidad Cardenal Herrera-CEU, Alfara del Patriarca, Valencia.
La prevención y el control de las infecciones es uno de los principales objetivos de la salud pública. Actualmente, la pandemia por COVID-19 ha despertado la atención de la sociedad y organismos reguladores. Estos últimos han desarrollado estrategias prioritarias para frenar en diferentes entornos la cadena de transmisiones (tanto entre personas, como desde superficies, y medio ambiente). Una de estas estrategias se basa en implementar prácticas básicas de prevención y control que incluyen rutinas de higiene de manos y mucosas, además de desinfección de superficies y ambientes interiores, para evitar la propagación por contacto directo o indirecto (aerosoles, gotas y microgotas, por transmisión aérea o vectorial).
La desinfección de superficies y la higiene de manos, piel y mucosas (sobre todo, la oral), se realiza, casi exclusivamente, mediante el uso de compuestos químicos, que muestran un impacto ambiental considerable y un posible efecto negativo sobre la salud ante un uso continuado. Es el caso de los desinfectantes químicos que resultan ineficaces en la prevención de fenómenos de re-contaminación, pese a ser efectivos en la reducción inmediata de patógenos superficiales. Por otra parte, pueden dar lugar a resistencias al propio desinfectante. Además, hay que tener en cuenta que, en numerosas ocasiones, son compuestos agresivos para la piel y las mucosas. Los métodos alternativos suelen resultar caros, y no siempre aptos para cualquier superficie, ni para el uso humano. Por tanto, es necesario encontrar alternativas eficaces y sostenibles a los antisépticos y desinfectantes convencionales.
En esta línea, la utilización de productos naturales de origen vegetal, entre los que se encuentran los aceites esenciales se presenta como una posible solución, aceptada por una gran parte de la población, y con ventajas añadidas sobre el uso de antisépticos químicos. Se trata de mezclas complejas constituidas, principalmente, por monoterpenos, sesquiterpenos y fenilpropanoides, altamente volátiles, extraídos de las plantas, que han demostrado efectos antimicrobianos. El uso de aceites esenciales potencialmente antisépticos y desinfectantes puede representar una elección interesante en la higiene diaria de manos y de mucosas (como la de la cavidad bucal), que además de resultar eficaz, facilite la adherencia por tratarse de una alternativa natural y menos agresiva. Así mismo, por su riqueza en principios activos muy diversos, los aceites esenciales resultan eficaces contra una amplia gama de patógenos (bacterias, virus, hongos, etc.), que determinan su uso en la desinfección de superficies, incluidos los alimentos.
En el presente trabajo hemos llevado a cabo una recopilación basada en la evidencia científica de aceites esenciales, las drogas que los contienen, y los principios activos aislados de los mismos, que han demostrado tener un efecto antiséptico y desinfectante , lo que los convierte en una herramienta idónea en la prevención higiénica.