Estanislao Beltrán Montalbán, Médico Ginecólogo. ExJefe de Sección de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario San Cecilio-Granada.
Ponencia presentada en el XI Congreso de Fitoterapia Ciudad de Oviedo (13-15 de abril, 2018).
Resumen publicado en: Bachiller LI, Cayunao CI, Vanaclocha B (Eds.). Actas del XI Congreso de Fitoterapia Ciudad de Oviedo. Oviedo: Sociedad Asturiana de Fitoterapia, 2018. ISBN: 978-84-09-01429-3.
Los seres humanos estamos colonizados por bacterias, hongos, virus y parásitos. La proporción de células bacterianas existentes en el cuerpo humano es del 90%, y sus genes suponen más del 99% del total de nuestra carga genética. Hay cada vez mayores evidencias de una compleja interacción microbio- huésped, incluyendo la modulación microbiana de las funciones metabólicas, neurológicas inflamatorias e inmunológicas, entre otras. El conjunto de microbios (bacterias, virus…) se conoce con el nombre de microbioma, y la mayor parte del mismo reside a nivel intestinal.
La microbiota intestinal desempeña una serie de funciones fundamentales, como la digestión de polisacáridos complejos de origen alimentario para los que la especie humana carece de aparato enzimático, la síntesis de ciertas vitaminas, colabora en la absorción de electrolitos y minerales, protege frente a microorganismos patógenos, ayuda a mantener la integridad de la mucosa intestinal, etc.
En la mujer, la vagina también cuenta con un microbioma bien definido, constituido principalmente –pero con amplias variaciones individuales—por lactobacilos, con una función básica de protección frente a la colonización por patógenos.
En ciertas circunstancias, puede producirse una alteración en la microbiota normal, o en su actividad metabólica o funcional, o en su distribución local, alteración que se conoce como disbiosis. En este caso las funciones beneficiosas para el organismo humano de la microbiota pueden quedar alteradas de muy diversas maneras.
Así pues, una alteración de la microbiota puede participar en los procesos de cáncer, bien actuando localmente (inflamación, alteración de la modulación inmune, metabolitos tóxicos, etc.), o bien a distancia mediante la alteración en la modulación hormonal que puede producirse en algunos casos. Concretamente, y por lo que a los cánceres hormonodependientes de origen ginecológico respecta, la microbiota intestinal es capaz de intervenir en el metabolismo de los estrógenos, concretamente en la circulación enterohepática de los mismos. Se denomina estroboloma al repertorio genético de la microbiota intestinal capaz de metabolizar los estrógenos. Como es sabido, los estrógenos, tras su paso por el hígado, donde son conjugados/sulfatados, pasan al intestino para ser eliminados por las heces. Sin embargo, parte de los mismos son sometidos procesos de deconjugación mas o menos importante según la microflora existente: si esta tiene una gran capacidad de deconjugación, se liberarán cantidades significativas de estrógenos no conjugados, y por tanto, activos, que serán absorbidos a la circulación general. Esto se traducirá, al menos en teoría, en unos mayores niveles de estrógenos libres circulantes, y por tanto, en un mayor riesgo de cáncer hormonodependiente (mama, endometrio…). A este respecto, si bien existe evidencia de que determinadas configuraciones microbianas intestinales se asocian a mayores niveles de estrógenos libres, no existen ensayos que relacionen y evalúen directamente una configuración de estroboloma concreto con el riesgo de cáncer hormonodependiente.
Por otro lado, los cánceres ginecológicos presentan una microbiota local diferente de la de los tejidos no cancerosos de la misma paciente, así como de las mujeres sanas, disbiosis que podría influir sobre la evolución tumoral mediante la modificación de la inmunidad local, o bien ser simplemente la expresión de un cambio en las condiciones del medio producidas por el propio tumor, y que favorecería la proliferación de determinados gérmenes en detrimento de los usualmente residentes.
Los problemas que una disbiosis a nivel vaginal conllevan se circunscriben básicamente –en el estado actual de los conocimientos—a un par de cuestiones, abstracción hecha de las infecciones vaginales: la susceptibilidad a la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y la persistencia de la infección por virus del papiloma humano (VPH) y la progresión de las lesiones precancerosas del cuello uterino. La presencia de un microbioma vaginal desprovisto de lactobacilos, con predominio de gérmenes como Gardnerella o Prevotella, se acompaña de un estado inflamatorio local que de un lado debilita la integridad anatómica del cuello, y por otro incrementa la presencia de linfocitos T susceptibles de ser infectados por el VIH, y por tanto favorece la transmisión de la enfermedad. Por otro lado, la persistencia de la infección por el VPH, imprescindible para la evolución hacia el cáncer de cuello, se asocia asimismo a microbiomas locales con predominio de flora mixta y escasez de lactobacilos, sobre todo crispatus y gasseri. Además, la inflamación acompañante produce lesión tisular, que favorece la penetración viral hasta las capas bajas del epitelio, y la infección subsiguiente. En este caso, aunque a nivel de la dermis aumentan las células de defensa (linfocitos T…), estas no pueden cumplir su función porque el virus limita su presencia al epitelio, sin profundizar hasta la dermis.
Otro aspecto es el de la posibilidad de tratamiento con probióticos (lactobacilos, bifidobacterias) de los síntomas digestivos producidos por la radiación o la quimioterapia, tratamientos ambos que alteran la microbiota intestinal. El uso de los probióticos se ha demostrado en diversos ensayos eficaz para tratar estos efectos secundarios del tratamiento adyuvante al restaurar la flora intestinal.
Igualmente, la leche humana contiene lactobacilos (salivarius, fermentum, gasseri) con efecto probiótico, así como otros gérmenes potencialmente problemáticos (estafilococos…). Cuando el equilibrio se altera y se produce un sobrecrecimiento de estos gérmenes patógenos (disbiosis), se produce la mastitis. En estos casos, los probióticos vía oral se han demostrado efectivos, tanto para la profilaxis como para el tratamiento, con resolución de los síntomas y reducción de los recuentos estafilocócicos a cifras de normalidad en plazo relativamente breve.
El estudio del microbioma humano en la salud y en la enfermedad es un campo de investigación activa en la actualidad y con enormes perspectivas en el próximo futuro. El uso en la clínica de microorganismos (probióticos) capaces de modular la inflamación local y los procesos de inmunidad, el establecimiento de un estroboloma correcto, que favorezca la excreción de los estrógenos y reduzca el riesgo de neoplasias hormonodependientes, o la utilización de dietas adecuadas que mantengan una microbiota saludable, o el uso de gérmenes específicos con acción sobre la inmunidad celular (B. fragilis, por ejemplo) o la introducción de técnicas de ingeniería genética sobre determinados componentes de la microbiota residente, son aspectos muy prometedores con vistas al futuro.