María José Alonso
Farmacéutica y Vocal de Plantas Plantas Medicinales del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona
Los ácidos grasos omega-3 de cadena larga juegan un papel muy importante en la prevención y tratamiento de muchos problemas de salud y contribuyen al buen funcionamiento del organismo debido a la amplia gama de funciones fisiológicas en que se ven implicados, que va desde la estructura de las membranas celulares a su correcto funcionamiento y respuesta. Sus acciones implican múltiples mecanismos y a parte de su función estructural y de comunicación en la célula, intervienen en procesos de regulación y, a través de receptores, en patrones de la expresión génica de señalización y la producción de mediadores de lípidos y péptidos.
La principal fuente dietética de EPA y DHA es el pescado (especialmente el pescado llamado azul) y los mariscos crustáceos, principalmente el krill antártico (Euphausia superba). En la naturaleza los AGPI CL n-3 de cadena larga, se presentan principalmente en dos formas: en forma de triglicéridos (TG) en el aceite de pescado y en forma de fosfolípidos (PL) cuando provienen de pequeños crustáceos como el krill. Cuando se trata de complementos alimenticios, los omega-3 procedentes de aceite de pescado, que naturalmente están en forma de TG, se presentan concentrados, en forma de etil-ésteres (EE) o en forma reconstituida a triglicéridos (rTG) a los que se añade vitamina E para proteger de la oxidación. Las formas comerciales de aceite de krill concentrado lo hacen en la forma natural de fosfolípidos (PL). Estos son menos propensos a la oxidación que los omega-3 de aceite de pescado en forma de triglicéridos. Además, el aceite de Krill (si el método de obtención ha sido adecuado) contiene de forma natural astaxantina, carotenoide terpénico con potente acción antioxidante, que le confiere una protección adicional frente a la oxidación.
El metabolismo y la farmacocinética de los omega-3, viene marcada por su presentación en una u otra forma (de triglicéridos o de fosfolípidos).
Debido al tamaño de los TG, su digestión requiere de la intervención de la bilis y de la enzima lipasa en el intestino delgado. La lipasa rompe la molécula de TG en dos ácidos grasos libres y un monoglicérido que son capaces de atravesar la membrana y entrar en las células del intestino delgado, donde se vuelven a combinar como TGs. Una vez reunificado el TG, se une con otras grasas y proteínas para formar quilomicrones, que permiten su transporte a través de la linfa y finalmente su paso a la sangre, desde donde los ácidos grasos son distribuidos a los diferentes tejidos. La biodisponibilidad se puede ver comprometida si el complemento no se toma con una comida que contenga grasa para asegurar la presencia del glicerol necesario para que los ácidos grasos libres vuelvan a formar el TG.
Cuando los omega-3 se presenta en forma de fosfolípidos, como en el aceite de krill, los ácidos grasos están unidos a un grupo fosfato (colina) y una molécula de glicerol. Son dispersables en el contenido gástrico y forman en el intestino, de forma espontánea, pequeñas micelas transportables en medio acuoso, por lo que no dependen de las sales biliares para su absorción intestinal, lo que mejora su biodisponibilidad. Los fosfolípidos pueden ser absorbidos directamente del epitelio intestinal, intactos o, tras su digestión parcial, como liso-fosfolípidos y ácidos grasos libres. La mayor absorción, funcionalidad y distribución de los omega-3 presentes en forma de fosfolípidos vs los que se presentan en forma de triglicéridos ha sido descrita, en diversos estudios realizados en animales y humanos.
La absorción, funcionalidad y distribución de los AGPI CL n-3 presentes en forma de fosfolípidos vs los que se presentan en forma de triglicéridos ha sido descrita en diversos estudios realizados en animales y en humanos.
Comunicación presentada en el 8º Congreso de Fitoterapia de SEFIT, Zaragoza 2015